Para que los ventrículos puedan llenarse con sangre
venosa a presiones bajas (0.6-1.1 kPa o 5-8 mm Hg) y posteriormente
incrementar la presión intraventricular durante
la sístole hasta valores que superen las presiones
existentes en las arterias pulmonares (2-4 kD o 15-30 mm
Hg) y en la raíz de la aorta (10.6 kPa u 80 mm Hg), es
necesario que existan dos pares de válvulas que ocupen los
orificios de entrada (válvulas auriculoventriculares) y de
salida (válvulas semilunares) de los ventrículos. Estas válvulas se abren y cierran pasivamente y son
unidireccionales, es decir, se abren cuando el gradiente de
presión empuja la sangre hacia adelante y se cierran cuando
la sangre se mueve en sentido retrógrado.
Las válvulas auriculoventriculares (AV) permiten
que la sangre fluya de las aurículas a los ventrículos. Están
formadas por unas valvas de tejido conectivo flexible recubierto
de endocardio, que se encuentran ancladas en los
anillos fibrosos valvulares y se unen a los músculos papilares
ventriculares que parten de la pared del ventrículo a
través de unas prolongaciones fibrosas (cuerdas tendinosas)
que se insertan en los márgenes libres y en la cara
inferior de las válvulas AV. La válvula AV derecha presenta
tres valvas (anterior, media o septal y posterior), por lo
que se denomina tricúspide, mientras que la situada entre
la aurícula izquierda y el ventrículo izquierdo, que presenta
dos valvas (anterior o aórtica y posterior), se denomina
bicúspide o mitral.
La apertura y cierre de las válvulas AV está determinada
por las diferencias de presión existentes entre las
aurículas y los ventrículos a lo largo del ciclo cardíaco.
Durante la diástole ventricular la presión auricular supera
a la ventricular, por lo que las válvulas están abiertas, sus
valvas caen hacia la cavidad ventricular y permiten el paso
de sangre desde las aurículas a los ventrículos. Sin embargo,
durante la sístole ventricular la presión ventricular
supera la auricular, por lo que las válvulas se cierran y las
cuerdas tendinosas de los músculos papilares se ponen en
tensión, impidiendo la apertura de las valvas hacia la cavidad
auricular y el flujo retrógrado de sangre desde los ventrículos
a las aurículas.
Las válvulas semilunares, pulmonar o derecha y aórtica
o izquierda, presentan 3 valvas, una derecha, una
izquierda y una posterior en el caso de la válvula aórtica,
y una anterior, una derecha y una izquierda en el caso de
la válvula pulmonar. Estas valvas poseen unos bordes algo
engrosados, que se adaptan perfectamente entre sí cuando
las válvulas están cerradas y, a diferencia de las valvas AV,
no se insertan en un anillo fibroso, sino que lo hacen en el
borde inferior de tres dilataciones (senos de Valsalva)
situadas en el origen de la arteria pulmonar y de la aorta.
Durante la sístole cardíaca la presión intraventricular supera
la existente en las arterias pulmonar y en la aorta, por lo
que ambas válvulas semilunares se abren permitiendo el
paso rápido de sangre desde los ventrículos hacia las arterias.
Por el contrario, durante la diástole, los ventrículos se
relajan y la presión intraventricular disminuye por debajo
de la de ambas arterias y las válvulas semilunares se cierran,
impidiendo el flujo retrógrado de sangre arterial
hacia los ventrículos.
Las alteraciones de las válvulas cardíacas dan lugar a
cuadros clínicos:
a) estenosis, en los que las valvas se
engruesan y calcifican, lo que disminuye el orificio a través
del cual pasa la sangre y obliga a que el corazón tenga
que generar más presión en la cámara que está por encima
de la válvula estenosada para impulsar la sangre a través
de la obstrucción;
b) insuficiencia, cuando las válvulas no
cierran completamente o el orificio valvular se dilata, permitiendo
el flujo retrógrado de sangre (regurgitación) a su
través.
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