lunes, 3 de abril de 2017

Control vegetativo de la función cardíaca

En el adulto normal, la frecuencia cardíaca en reposo es de unos 60-75 latidos/min, si bien este valor es más elevado en el feto (140-160 latidos/min) y en los niños y disminuye hasta los 40-45 latidos/min en deportistas muy entrenados. Aunque la iniciación del impulso cardíaco es miógena y se mantiene tras colocar el corazón en una solución fisiológica, el tono vegetativo ejerce una importante modulación tanto de la frecuencia como de la contractilidad cardíacas. La actividad automática del nodo SA está bajo control vegetativo, y en condiciones fisiológicas predomina el tono parasimpático-vagal. Control simpático. Los nervios simpáticos cardíacos se originan en los segmentos torácicos superiores (T1-T6) y en los dos últimos segmentos cervicales de la médula espinal, atraviesan los ganglios paravertebrales de la cadena simpática torácica y hacen sinapsis con neuronas posganglionares, fundamentalmente en los ganglios cervical medio y estrellado. Las fibras posganglionares simpáticas que de ellos parten se unen a las fibras parasimpáticas para formar el plexo cardíaco y se distribuyen de forma homogénea por todo el corazón. La noradrenalina liberada por estos nervios, así como la adrenalina circulante liberada desde la médula adrenal, estimula los receptores 1-adrenérgicos cardíacos, lo que se traduce en un aumento de la ICa e If , produciendo: 
1) un aumento de la inclinación de la fase 4 y de la frecuencia de disparo del nodo SA y de los marcapasos ectópicos, 
2) un incremento de la contractilidad y de la velocidad de relajación, 
3) un aumento de la excitabilidad y velocidad de conducción intracardíaca, y
 4) un acortamiento del período refractario y un aumento de la velocidad de conducción a través del nodo AV, facilitando el paso de los impulsos de la aurícula al ventrículo. Casi todas estas acciones son consecuencia del aumento de la ICa que las catecolaminas producen y pueden inhibirse tras la administración de antagonistas de los receptores -adrenérgicos. En situaciones en las que aumenta el tono simpático (estrés, ansiedad) la frecuencia cardíaca puede acelerarse hasta los 100 latidos/min, mientras que durante el ejercicio físico intenso puede alcanzar los 180 latidos/min. Control parasimpático. Las fibras parasimpáticas preganglionares cardíacas se originan en el núcleo dorsal del vago del bulbo raquídeo, viajan con el nervio vago y hacen sinapsis con las células ganglionares cardíacas que se localizan en la grasa epicárdica cerca de los nodos SA y AV. Las fibras posganglionares se localizan en la superficie epicárdica o en las paredes de la aurícula. Las fibras preganglionares del vago derecho inervan fundamentalmente la aurícula derecha y el nodo SA, mientras que las del vago izquierdo inervan el nodo AV; la inervación parasimpática de los ventrículos es escasa y su función no es bien conocida. La acetilcolina liberada desde los terminales nerviosos vagales estimula los receptores muscarínicos M2 localizados en la membrana de las células cardíacas y activa una corriente de salida de K+ [IK(Ach)] que hiperpolariza el Em y desplaza el potencial umbral hacia valores menos negativos; además, la acetilcolina inhibe la ICa, en particular, cuando esta corriente ha sido previamente activada por la estimulación simpática. Estas acciones explican por qué la acetilcolina: 1) hiperpolariza el potencial diastólico máximo y aplana la inclinación de la fase 4 en las células del nodo SA y de los marcapasos ectópicos supraventriculares, reduciendo su frecuencia de disparo. Tras la sección de ambos nervios vagos o la administración de atropina (fármaco que bloquea las acciones cardíacas de la acetilcolina), la frecuencia sinusal aumenta hasta 100 latidos/min, lo que indica que en reposo el nervio vago ejerce una acción inhibitoria sobre el nodo sinoauricular disminuyendo la frecuencia cardíaca. Igualmente, durante el sueño aumenta el tono vagal y la frecuencia cardíaca disminuye en unos 10-20 latidos/min. 2) Reduce la contractilidad auricular (muy poco la ventricular), 3) acorta la duración del potencial de acción y del período refractario de las fibras auriculares, y 4) prolonga el período refractario y disminuye la velocidad de conducción a través del nodo AV, facilitando la aparición de bloqueos de la conducción a este nivel. A diferencia de la estimulación simpática, cuyas acciones aparecen y desaparecen lentamente, las acciones de la acetilcolina aparecen de forma casi inmediata (latencia < 100 ms) y desaparecen muy rápidamente, ya que es hidrolizada casi de forma instantánea por la acetilcolinesterasa. Estas características explican porqué el tono parasimpático puede ejercer un control latido-a-latido de la frecuencia y de la conducción AV cardíacas. Control cerebral. Diversos núcleos talámicos e hipotalámicos (anteriores), así como la corteza cerebral (los lóbulos central y temporal, la corteza motora, promotora y orbitaria o la circunvolución del cíngulo) modifican la contractilidad y la frecuencia cardíacas, y reproducen las respuestas observadas durante el ejercicio físico o las fluctuaciones de la temperatura ambiente. Control reflejo de la frecuencia cardíaca. La frecuencia cardíaca puede modificarse por vía refleja en respuesta a cambios en la presión arterial, de las presiones intracardíacas o de la respiración. Los cambios agudos de la presión arterial modifican la actividad de los barorreceptores localizados en los senos carotídeos y el cayado aórtico, y producen cambios en la actividad simpática y vagal cardíaca que alteran la frecuencia cardíaca. Así, un aumento brusco de la presión arterial distiende y activa los barorreceptores que estimulan los centros cardioinhibidores, produciendo una reducción de la frecuencia y contractilidad cardíacas a través de un aumento del tono vagal y una inhibición del tono simpático; lo contrario sucede cuando la presión arterial disminuye. En 1915, Francis Bainbridge demostró que la infusión de sangre o de solución salina aumentaba las presiones venosa y de la aurícula derecha y la frecuencia cardíaca, incluso aunque la presión arterial no se modificara. Esta respuesta está mediada a través de la estimulación de receptores auriculares localizados alrededor de las desembocaduras de las venas cavas y pulmonares. Los impulsos aferentes se transmiten a través del vago hacia el centro cardioacelerador, lo que se traduce en un aumento del tono simpático que incrementa la frecuencia y contractilidad cardíacas y reduce la presión intraauricular. También se han descrito receptores en el endocardio ventricular, cuya estimulación reduce la frecuencia cardíaca y las resistencias vasculares periféricas. La frecuencia cardíaca oscila rítmicamente con la frecuencia respiratoria, de tal forma que aumenta durante la

 PROPIEDADES ELÉCTRICAS DEL CORAZÓN 459 inspiración y disminuye durante la espiración. Estos cambios se asocian a un aumento del tono simpático y una inhibición del tono vagal durante la inspiración y a un aumento del tono vagal durante la espiración. Además, durante la inspiración la distensión de los pulmones estimula receptores pulmonares sensibles al estiramiento que aumentan por vía refleja la frecuencia cardíaca; por otro lado, disminuye la presión intratorácica y aumenta el retorno venoso a la aurícula derecha que se distiende, activando el reflejo de Bainbridge. Otros factores. La tiroxina, hormona liberada por la glándula tiroides, aumenta la frecuencia cardíaca y facilita las acciones cardíacas de las catecolaminas. Las alteraciones electrolíticas también pueden modificar la frecuencia cardíaca. Así, la hipopotasemia y la hipercalcemia aceleran la frecuencia cardíaca. El aumento del metabolismo (ejercicio físico) y de la temperatura corporal (fiebre) también aceleran la frecuencia cardíaca, mientras que el frío ejerce el efecto contrario. La frecuencia cardíaca también aumenta en presencia de ciertos fármacos (digoxina, agonistas -adrenérgicos, inhibidores de fosfodiesterasa 3) y en pacientes con insuficiencia cardíaca. Alteraciones del automatismo normal En condiciones fisiológicas, la frecuencia cardíaca es de 60-75 latidos/minuto, considerándose como taquicardia la frecuencia cardíaca superior a los 100 latidos/min y como bradicardia la inferior a 50 latidos/min. Dos son los mecanismos involucrados en la iniciación y/o mantenimiento de los trastornos del ritmo cardíaco: 
1) alteraciones en el lugar de formación del impulso cardíaco (alteraciones del automatismo) y/o 
2) alteraciones en la secuencia de activación del miocardio (alteraciones de la conducción o reentrada). Existen circunstancias en las que el marcapasos cardí- aco es un tejido distinto del nodo SA. Ello sucede cuando la frecuencia del nodo SA disminuye de forma importante (p. ej., en la enfermedad del nodo SA) o cuando los impulsos que de él parten se bloquean y no alcanzan el nodo AV o el sistema de His-Purkinje (bloqueo AV). En todas estas circunstancias desaparece el fenómeno de supresión por sobreestimulación que el nodo SA ejerce sobre los marcapasos subsidiarios, y aparecen los “latidos o ritmos de escape” nodales o idioventriculares, según que el latido se origine en el nodo AV o en el sistema de His-Purkinje, respectivamente. El aumento del tono vagal que aparece en pacientes con infarto de miocardio posterior deprime los nodos SA y AV, aumentando la incidencia de bradicardia y de bloqueo AV, efectos que a su vez facilitan la aparición de ritmos ventriculares automáticos. Cuando se suprime de forma brusca la actividad del nodo SA se desenmascaran los marcapasos ectópicos, pero es preciso que transcurran 5-30 s para que disparen de forma rítmica a una frecuencia inferior a la del nodo SA. Durante este período de tiempo los ventrículos no bombean sangre, por lo que el flujo cerebral disminuye de forma súbita y el enfermo pierde el conocimiento; a este cuadro se le denomina síndrome de Stokes-Adams. Otras veces lo que sucede es que la frecuencia de disparo de los marcapasos ectópicos supera la del nodo SA, por lo que aquellos pasan a actuar como marcapasos cardíacos. Ello sucede cuando aumenta el tono simpático (p. ej., en situaciones de estrés, ansiedad, miedo, feocromocitoma), tras la administración de fármacos cardioactivos (digoxina, inhibidores de las fosfodiesterasas), en presencia de alteraciones electrolíticas (hipopotasemia, hipercalcemia), en pacientes con cardiopatía isquémica, o tras la distensión de la pared cardíaca, hecho que tiene lugar en enfermos con insuficiencia cardíaca o con dilatación ventricular postinfarto de miocardio. Automatismo anormal Todas las células cardíacas, incluidas las musculares auriculares y ventriculares, pueden generar actividad automática (automatismo anormal) cuando son despolarizadas hasta un Em comprendido entre –60 y –50 mV. A este nivel de potencial de membrana la INa se encuentra inactivada, por lo que la fase 0 de despolarización de estos potenciales de acción automáticos es debida a la activación de la ICa. La frecuencia de disparo de estos focos automá- ticos va a ser acentuada por todos aquellos fármacos que incrementan esta corriente iónica (p. ej., catecolaminas, metilxantinas) o por procesos patológicos (miocardiopatí- as, fibrosis, cardiopatía isquémica) que despolarizan el potencial de membrana, mientras que pueden suprimirse por los fármacos que bloquean la ICa (verapamilo, diltiazem, dihidropiridinas) y los antagonistas -adrenérgicos.

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